Hoy volvemos a Escalete. Lo previsto inicialmente era hacer el Forcallo, pero la nevada de principio de semana y el deshielo posterior han dejado impracticables las pistas de la parte alta de la sierra: los pacos, con un paquetón de nieve, y los solanos con unos barrizales terribles.
Estamos solos para resacar Ginés por lo más alto, Pepe en la parte baja y un servidor por medio de la mano. De puestos andamos también un poco justos. Pocos efectivos para un resaque de tanta extensión y tan vestido.
Nada más soltar, Ginés levanta una manada arriba, los perros se parten en varias direcciones y se acoplan a las ladras cinco perros míos, de los que no vuelvo a saber nada en toda la cacería. Se quedan los tres niverneses, que fieles al carácter individualista de su raza son poco dados a cohesionar con perros que no sean de casa, y menos a las grandes multitudes.
De todas maneras, a los cinco minutos levantan un jabalí majo en el culo del barranco de Escalete, y le pegan un apretón de los buenos hasta que dejo de oirlos, resaque adelante. Y me despido de ellos para el resto del día. Parece ser que el jabalí iba derecho y franco hacia un puesto, pero se liaron a tiros con él desde otro mucho más alejado, a más de trescientos metros, desviándolo de su ruta, y acabó colándose por una zona sin cubrir. Y los tres perros detrás, claro.
En el barranco de Escalete, escuchando a los niverneses mientras se alejan
¡Menuda cama tenía el pájaro!
Acabamos el resaque sin matar un solo jabalí, y con muchos perros perdidos. Yo en concreto consigo recuperar dos, y me voy para casa a las nueve de la noche, porque ya no tengo nada que hacer: de Tino, Hendrix y Baldo no recibo señal por ningún sitio, y de los tres griffones, que andan juntos, el GPS me marca tres kilómetros y medio en dirección a Panzola, medidos desde la Pardina de Casablanca, .
Vaya desastre. Mañana será otro día.
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