Este es el blog de un resacador cualquiera de un lugar cualquiera del Pirineo, dominado por dos obsesiones:
Jabalíes........ y sabuesos.

miércoles, 5 de enero de 2011

CUEVA BERA Y CUEVA GILA (RIGLOS) - 02/01/2011

Con tiempo fresco y un ligero cierzo, 13 puestos y 4 perreros nos fuimos a dar dos resaques situados en el entorno de los célebres Mallos de Riglos, a los que dan nombre sendas cuevas localizadas en las zonas donde respectivamente se desarrollan: Cueva Bera y Cueva Gila. Estos rincones, con unos paisajes espectaculares como podréis apreciar en las fotografías, constituyen un marco grandioso de salvaje belleza para cazar el jabalí. A mí, particularmente, me encantan.

Las expectativas eran buenas, pues el viernes por la mañana, volviendo con Ginés de mirar rastros por la Sierra de Sarsa y Escalete, vimos que la zona de Santo Román y Cueva Gila estaba muy tocada desde hacía varios días por una manada de entre seis y ocho ejemplares. Y se cumplieron, dándonos una jornada plena de emociones, no tanto por el número de capturas, que no fue abultado, sino por la intensidad de los lances vividos. Un día de los que siempre se recuerdan, vaya.

A las 10:45, José María “Bolico” y David salen faldeando con sus perros desde el mismo pueblo de Riglos, mientras que Chema y yo lo hacemos desde la pista que sube hacia el Barranco de los Clérigos, por el “galocho”.

Al poco de empezar a subir (¡y qué subida!) Chula toca un rastro viejo al que se acoplan todos los perros. Y debía ser frío y duro de narices, porque como suele ocurrir en estos casos, cual si de un puerto del Tour se tratase, poco a poco fueron descolgándose corredores del “pelotón canino” hasta que al cabo de una hora más o menos habían vuelto todos, excepción hecha de Chula y Tino, que acabaron trasponiendo de campadura al otro lado de la sierra, no sin antes pasar entre dos puestos que, por una poco comprensible descoordinación, no supieron o pudieron pararlos - “que si vas tú, que si voy yo”, “que si páralos, que si no se qué”-, como dice el refrán “tú por mí …... y la casa sin barrer”. Total que ya no los vimos en todo el día. (Al Tino lo intercepté en Santo Román a las 22:00 horas, cuando volvía hacia la suelta, y la Chula de Chema llegó al pueblo el lunes por la tarde).

La verdad es que, salvo al final, poco antes de llegar a la postura de Tarrato que ocupaba Sebastián, de rastros, pisadas y hozaduras recientes había poco, por no decir nada. Seguro que estaban en Cueva Gila, resaque en el que depositábamos más esperanzas, habida cuenta del abundante rastro controlado el viernes en esa zona.

Tras un rato de espera en Tarrato, dando tiempo para que las posturas cambiasen su ubicación, empezamos el resaque de Cueva Gila.

Ya de entrada los canes cambiaron su actitud y empezaron a marcar rastro, pero sin acabar de atar cabos, hasta que Athor, el sabueso de Chema, comenzo a dar de parado desde la cima de ese “mallo” tan característico que domina Cueva Gila. Y digo “desde” porque lo hacía asomándose al vacío (la cumbre está pelada, extraño lugar para marcar nada). Ello nos hizo abrigar la sospecha más que fundada de que algún jabalí estaba enriscado bajo el perro, y es aquí cuando Chema empieza a cobrar el protagonismo de toda esta historia. 

El tal Chema es un sujeto en el que se da un explosivo cóctel, mezcla de facultades físicas, experiencia (pese a su juventud) y afición desmedida, ideal para poner en aprietos a cualquier tocino que se le ponga por delante.

Acompañado por su podenquilla portuguesa, y siguiendo las indicaciones que desde abajo le daba José María por el talkie, pudo encontrar el camino para poder acceder al lugar donde presumiblemente se hallaba el motivo de la excitación de Athor y del resto de canes que llegaron a continuación, que es una terraza o repisa inclinada de escasamente dos metros de ancho, vestida de bojes y carrascas colgadas, y lo más importante: sin salida, o mejor dicho, con una sola salida que también es el único lugar por el que se puede entrar. Ya podéis imaginar lo que pasó.

La podenca que empieza a dar de parado dentro de la maleza, otros perros que estaban conmigo encima, con un grado de excitación máxima, venteando a la vez que intentaban encontrar un paso para bajar. Hubo algunos que -no me preguntéis cómo- al final lo consiguieron, yo la verdad es que en algún momento pasé un poco de mal rato, temiendo por su integridad.

El caso es que, finalmente, ante tanta presión saltó un verraco grande dispuesto a llevarse al mundo por delante para escapar por el único itinerario posible para hacerlo. Ahí Chema se la jugó, o el jabalí o él. Afortunadamente tuvo tiempo de descerrajarle dos tiros a bocajarro, a la vez que se apartaba a un lado pegándose a la pared, para dejar caer al bicho ralla abajo. No quiero pensar lo que hubiera podido pasar en caso de fallar y no pararlo.

No tardó más que un instante en aparecer otro tocino, éste de menor tamaño, que acabó corriendo la misma suerte, precipitándose igualmente al vacío con otro tiro. De inmediato salideron en tromba otros cuatro siguiendo el mismo itinerario.Algarabía de perros que arrancan tras el grueso de la manada que acaba de reventar, y a la que desde lo alto del cerro Miguel “de Barranquero” empieza a “apretar el clavijar” con su .270.

Se me olvidaba: mientras duró todo este intenso episodio, Chema permaneció sin enmendarse en aquel estrecho pasadizo, aguantando el tirón y soltando bombazos a diestro y siniestro. ¡Ahí es nada!.

Lo de Miguel tuvo su guasa. Le tira a la tocina, ésta cae como un trapo, se va a por otro, que también tumba, y cuando se quiere dar cuenta ve como la primera se levanta y marcha con cinco canes en los talones, y se tapa sin posibilidad de repetir tiro, saliendo del resaque en dirección a Cueva Bera.

La persecución que se desencadenó a continuación fue de las que te dejan a gusto de verdad. Los canes apretaron a buen ritmo y acabaron pasando con la jabalina a la cara norte de la sierra, venciendo ladera abajo hacia Escalete, ya en monte de Sarsa, como pude comprobar cuando me salí del resaque tras ellos, para ver si aquella iba dando sangre, o cabía la posibilidad de atajarla e intentar cobrarla.

Esto de los perros tiene su cara y tu cruz, y lo mismo tan pronto los licenciarías a todos, como te hacen una jugada meritoria. Os explico: para mi disgusto, de los ocho canes que tenía en el momento del levante hubo tres menos avispados que no supieron, no pudieron o no se atrevieron a bajar del mallo, quedándose descolgados de la persecución. Un rato después, y para mi satisfacción, cuando llegué al punto en el que el jabalí había cruzado la pista de la cara norte, los tres cortaron el rastro sin dudar, y se lanzaron al unísono ladera abajo siguiéndolo a buen tren, hasta que dejé de oirlos. Más de uno podrá pensar qué sentido tiene poner perros en el rastro de una pieza que con toda probabilidad no va a ser capturada, consiguiendo únicamente perderlos, pero yo soy de la opinión de que donde mejor está un can es siguiendo caza, y que todos los rastros que pueda llevar son pocos.

Por cierto, de la jabalina, ni el más mínimo rastro de sangre. Debió ser el típico calentón de agujas, y el bicho iba bastante entero a juzgar por el recorrido que intuyo realizó, visto el lugar donde posteriormente localicé los canes que partieron tras ella. Bajaron el Paco de Escalete por el Barranco Oscuro, y tras cruzar por Artomalo acabarían pasando por Casablanca hacia Panzola. Un itinerario típico de huida según José María, profundo conocedor de la zona.

Con los perros que quedaban terminamos de dar el resaque sin levantar más piezas. Una vez sacadas del monte las tres cobradas, y tras las merecidas fotos de Chema con su verraco (bastante bueno, por cierto), nos fuimos a reponer fuerzas con un estupendo plato de patatas con bacalao, antes de emprender la recuperación de los canes que aún faltaban (uno de Chema y siete míos). Aunque eran tantos, estaba  bastante tranquilo porque en esta ocasión la zona donde se hallaban está libre de riesgos "colaterales" como carreteras o vías férreas. Además los perros conocen bien ese terreno y el camino de vuelta a la perrera, por estar en parte dentro del coto de Sarsamarcuello, que es donde cazan habitualmente.

La verdad es que el localizador GPS ayuda mucho si recibes señal, hay pistas para llegar a la posición que te da el perro y conoces el terreno. Esa misma noche cogí tres, y a las 23:30 me fui para casa porque los otros cuatro daban una señal muy débil de radiotracking en dirección Panzola-Rasal, hacia una zona sin acceso rodado. El lunes por la mañana ya habían desandado algo de camino, y recuperé todos en cosa de una hora (andaban desperdigados en un radio de kilómetro y medio). Lo que son las cosas, otras veces, para recuperar dos, según donde se metan a lo mejor te pegas tres días.

Vista de parte de la ladera de Cueva Bera desde la pista de Marcuello a Santo Román

Desde el lado opuesto. Se aprecian los efectos del devastador incendio de julio de 2001

José María, Chema y Sebastián, haciendo tiempo entre resaque y resaque

David, todo un "crack"

Ahí estaban (marcado en rojo)

Chema y Athor con su jabalí

Bueno, espero no haberos aburrido con semejante tocho, pero como ya dije al principio, la jornada fue intensa de verdad. Algo para recordar. Por eso me ha parecido interesante compartirlo con todos vosotros.

3 comentarios:

  1. Bonita cacería y bonita pieza, para que te "empitone" por esas peñas.
    Y ya ves donde se meten, deben ser los aires de Riglos y la escalada.
    Y a ver macho si espabilas, que te estas haciendo viejo jejejejeje.

    conill.

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  2. Enhorabuena por el bloc, muy entretenido.
    Haber si la próxima vez que Chema entra en un mallo de esos...lleve puesta una cámara en la frente....Ver ese pedazo de bicho venir de frente debe ser..la reostiaaaaa!!!!
    Saludos, Miquel!!!

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  3. Ostia porfin un blog que resaque con sabuesos no esta moda de ahora de podenquitos y perros de agarre. Muy bueno y si esos berracos se meten donde bien saben ajajajaj un placer la lectura y espero mas anecdotas

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