Este es el blog de un resacador cualquiera de un lugar cualquiera del Pirineo, dominado por dos obsesiones:
Jabalíes........ y sabuesos.

domingo, 25 de septiembre de 2011

CAZANDO EL SARRIO EN ZURIZA

El lunes 19 me fui a disfrutar un permiso de hembra selectiva de sarrio a rececho, en la reserva Nacional de Caza de Los Valles.

Madrugón de órdago para poder estar en Ansó a las 7:00 a.m., hora a la que había quedado con el guarda Jaime Solanas. Nada más salir de Huesca, el fuerte  "orache" que sopla hace presagiar mal tiempo en la montaña, como de hecho así fue.

Cuando llego a Ansó mis previsiones se confirman. No obstante, de común acuerdo decidimos subir hasta Zuriza y ver lo que se puede hacer.

A las 8:00 dejamos el coche junto a la última paridera de la pista de Alano y comenzamos a faldear bajo el farallón de Ruzquía para ir ganando altura poco a poco hasta llegar al "Huerto de Ruzquía", una hoya de pastizales de alta montaña a 1800 metros s.n.m. donde el guarda me comenta que tiene controlada una manada de hembras de aproximadamente 30 ejemplares, entre los cuales puede haber alguno tirable.

Durante la aproximación vemos varios sarrios. Una "torada" de tres machos jóvenes, y un par de solitarios, uno bastante bueno y otro mediocre. Hablamos del bajón experimentado por las poblaciones de sarrio en Aragón tras la epidemia de queratoconjuntivitis contagiosa, que se han visto reducidas aproximadamente en un 40/45%. Y lo peor es que el pestivirus viene avanzado poco a poco desde Cataluña, y acabará extendiéndose por todo el Pirineo de Huesca. El día, de momento, aguanta: frío, viento fuerte y algún que otro chaparrón intermitente de escasa duración, pero perfectamente soportable.

A las 9:30, nada más llegar al Huerto de Ruzquía, localizamos la manada. Están acostadas rumiando, a unos 250 metros por debajo de nosotros. La cosa pinta bien. Como dice el refrán, "sarrio remontao, sarrio medio matao".

Nos escondemos detrás de un bloque de piedra y Jaime, con el catalejo, intenta seleccionar una hembra tirable. En principio la cosa está complicada, pues todas las cabras que se ven van con cabrito. Me comenta que tiene que haber más animales, pero que deben andar escondidos tras la loma que tenemos bajo nosotros.

En estas estamos cuando el tiempo experimenta un cambio brusco. Las nubes se nos echan literalmente encima y comienza a llover con intensidad. Decidimos movernos y rodear la manada con cuidado para intentar localizar más animales, pero al final acabamos provocando su huida, circunstancia que nos permite ver al resto de sarrios que estaban ocultos bajo la loma.

Así las cosas, decidimos irnos tras la manada amparándonos en la niebla. A ratos llueve abundantemente y con rachas fortísimas de viento. Las cabras se dedican a dar vueltas  y vueltas por la ladera, y nosotros tras ellas, tratando de pillarlas por sorpresa. Visto lo que hay y la que está cayendo, harto de secar las lentes repetidas veces, decido desmontar el visor y tirar con alza y punto de mira, puesto que si tengo alguna oportunidad de hacerlo hoy no va a ser precisamente a larga distancia.

A eso de las doce, después dos horas de carreras, idas y venidas, y tras conseguir partir la manada en varios grupos, sorprendemos a no más de ochenta metros a una pequeña cabrada de media docena de ejemplares. La niebla plantea problemas a Jaime para asegurarse, hasta que una racha de viento descubre a los animales.......y a nosotros también. Todo sucede muy rápido. Para cuando me dice que le tire a la que va primera, la estampida ya se ha producido.

Le tiro a la carrera y la alcanzo trasera. Intento rematarla sin éxito y se va muy tocada ladera abajo, metiéndose en el bosque de hayas.

Tras un buen rato pisteándola dentro del hayar con resultado negativo nos bajamos al coche. Yo voy muy disgustado, pues no hay cosa que más me fastidie que dejar una pieza herida en el monte, y es la primera vez que me ocurre con un sarrio. Jaime me dice que mañana temprano subirá otra vez a buscarla con Jorge (otro guarda). Yo, la verdad, no abrigo muchas esperanzas. Llegamos al coche a las 13:00, completamente hartos de agua y sin haber parado ni tan siquiera a almorzar. Lo bueno del caso es que para entonces ha dejado de llover y el día se ha arreglado bastante.

Al día siguiente, a las 9:30, suena el móvil. Es Jaime para decirme que han encontrado la pieza muerta, con los cuernos enganchados en unas fagarras (hayas jóvenes), y que nos la habíamos dejado a cincuenta metros escasos. Me invade una mezcla de alivio y satisfacción, me emociono y le doy las gracias repetidas veces. Una lástima no haber podido aprovechar la carne, pues durante la noche los zorros ya habían empezado el bicho por varios sitios. Termina así uno de los recechos más duros que me ha tocado vivir hasta la fecha.

Desde aquí quiero agradecer una vez más a los guardas de Ansó su interés y profesionalidad, y en particular a Jaime Solanas, persona amable, educada y de trato cordial donde las haya, con quien tuve el placer de compartir cacería en unas condiciones realmente difíciles.

Ruzquía envuelto en la niebla. Como suele ocurrir en estos casos, cuando ya estábamos de vuelta en el coche (momento en que capté estas fotografías) las condiciones meteorológicas habían experimentado una notable mejoría.

 Vista de los Alanos desde el llano de Tatxera.

Una buena machorra. La medición "en verde" arrojó 80,25 puntos.

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